Aporte al feminismo
Es un error grave y de los más perjudiciales, inculcar a la mujer que su misión única es la de esposa y madre […]. Lo primero que necesita la mujer es afirmar su personalidad, independientemente de su estado, y persuadirse de que, soltera, casada o viuda, tiene derechos que cumplir, derechos que reclamar, dignidad que no depende de nadie, un trabajo que realizar e idea de que es cosa seria, grave, la vida y que si se la toma como un juego, ella será indefectiblemente un juguete.Concepción Arenal. «La educación de la Mujer»
Mantuvo estrechos lazos con los intelectuales krausistas. Era admiradora de la obra en pro de la educación de la mujer llevada a cabo por Fernando de Castro. Fue miembro de la Junta Directiva del Ateneo Artístico y Literario de Señoras y se mantuvo atenta a los progresos realizados por la Asociación para la Enseñanza de la Mujer; años después colaboraría en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza asiduamente con artículos sobre temas penales y feministas.12
En 1892 Arenal participó, aunque no estuvo presente, en el Congreso Pedagógico Hispano-Portugués-Americano celebrado en Madrid y presidido por Rafael María de Labra con una ponencia sobre «La educación de la mujer» en la quinta sección del congreso dedicada al Concepto y límites de la educación de la mujer, y de la aptitud profesional de ésta. La sección incorporó el debate de las relaciones y diferencias entre la educación del hombre y la de la mujer, medios de organizar un buen sistema de educación femenina y grados, aptitud de la mujer para la enseñanza, aptitud para las demás profesiones y límites, además de la educación física de la mujer. La vicepresidenta de esta mesa fue Emilia Pardo Bazán.
Concepción Arenal envió un informe sobre varios puntos pronunciándose a favor de la educación femenina sin recortes:
«Es un error grave, y de los más perjudiciales, inculcar a la mujer que su misión única es la de esposa y madre; equivale a decirle que por sí no puede ser nada, y aniquilar en ella su YO moral e intelectual, preparándola con absurdos deprimentes a la gran lucha de la vida, lucha que no suprimen, antes la hacen más terrible, los mismos que la privan de fuerzas para sostenerla».13
Añade que la mujer es especialmente apta para actividades como la enseñanza y, de las demás, no debe excluírsela a priori, excepción hecha de la carrera de las armas. Considera que la enseñanza secundaria es mejor proporcionársela en casa dado el ambiente poco recomendable que reina en los institutos, y la superior puede seguirse por libre o asistir a clases siempre que los estudiantes aprendan a guardar el debido respeto a sus compañeras. También defiende la necesidad de la educación física femenina y la extensión de la higiene en oposición a una tradición que exalta la inmovilidad y el horror al cuerpo humano como fuente de ignominias.12
En octubre de 1891 en el ensayo sobre El trabajo de las mujeres denuncia la escasa preparación industrial de la mujer, resultado de la cual (y de una feroz concurrencia) es el poco salario con que se recompensa un gran esfuerzo y un gran empleo de tiempo; propone que se apliquen a las obreras los mismos medios de instrucción y rehabilitación que a los obreros, comenzando por suprimir los agraviantes gremios de oficios.
Resalta también el contraste entre mujeres agostadas en una apatía enervante y otras consumidas por un trabajo ímprobo; aduce que no es posible mantener el irracional choque entre el «mundo moderno» y la «mujer antigua», y que el único medio de regeneración social válido es «educar a la mujer, artística, científica e industrialmente»; y ello porque no puede haber orden económico ni equilibrio mientras la mitad del género humano tenga que depender de una herencia, el sustento proporcionado por la familia, la limosna o arriesgarse al hambre o al extravío.12
En su trabajo Estado actual de la mujer en España publicado por primera vez en España en 1895 n. 1 analiza la situación de las españolas en el terreno laboral, religioso, educativo, de opinión pública y moral; en todos los casos es desfavorable por culpa del egoísmo masculino: «Puede decirse que el hombre, cuando no ama a la mujer y la protege, la oprime. Trabajador, la arroja de los trabajos más lucrativos; pensador, no le permite el cultivo de la inteligencia; amante, puede burlarse de ella, y marido, abandonarla impunemente. La opinión es la verdadera causante de todas estas injusticias, porque hace la ley, o porque la infringe». Advierte leves avances, aunque muy lentos, y se resiste a hablar de emancipación social o política mientras la dependencia económica sea un hecho extendido y sujete a la mujer a todo tipo de esclavitudes.12
Los oficios que la mujer puede desempeñar serían: «relojera, tenedora de libros de comercio, pintora de loza, maestra, farmacéutica, abogada, médica de niños y mujeres y sacerdote (no monja). Nunca se debe dedicar a la política ni a la vida militar». Instrucción que la mujer debe procurar, pues dirá de los hombres que «tienen inclinaciones de sultán, reminiscencias de salvaje y pretensiones de sacerdote».
Las críticas que dirige al clero fueron: «En general es muy ignorante, no querer a la mujer instruida, es mejor auxiliar, mantenerla en la ignorancia».